02 mayo 2025

Higiene del sueño: educar para prevenir trastornos del descanso desde la adolescencia

Dormir bien no es un lujo, sino una necesidad biológica fundamental, especialmente durante la adolescencia, una etapa de intensos cambios físicos, emocionales y sociales. Sin embargo, muchos adolescentes no logran alcanzar las 8 a 10 horas de sueño recomendadas, lo que puede tener consecuencias significativas en su salud física y mental. La privación de sueño en esta etapa se ha asociado con un mayor riesgo de depresión, ansiedad, disminución del rendimiento académico y problemas de comportamiento .

Uno de los desafíos principales es el desfase entre el ritmo biológico natural de los adolescentes y las exigencias sociales, como los horarios escolares tempranos. Durante la adolescencia, el reloj biológico tiende a retrasarse, lo que significa que los jóvenes se sienten naturalmente inclinados a dormir y despertarse más tarde. Sin embargo, las obligaciones escolares a menudo requieren que se levanten temprano, lo que puede resultar en una privación crónica de sueño[1]

Para promover una buena higiene del sueño y prevenir trastornos relacionados, es esencial establecer rutinas consistentes. Mantener horarios regulares para acostarse y despertarse, incluso los fines de semana, ayuda a regular el reloj interno del cuerpo. Además, crear un ambiente propicio para el sueño (oscuro, tranquilo y fresco) puede facilitar la conciliación del sueño y mejorar su calidad. [2]

El uso de dispositivos electrónicos antes de acostarse es otro factor que interfiere con el sueño. La luz azul emitida por las pantallas puede suprimir la producción de melatonina, la hormona que regula el sueño, dificultando así la conciliación del mismo. Se recomienda evitar el uso de pantallas al menos una hora antes de dormir y mantener los dispositivos fuera del dormitorio. [3]

La actividad física regular también desempeña un papel crucial en la promoción de un sueño saludable. El ejercicio ayuda a reducir el estrés y la ansiedad, facilitando así el sueño. Sin embargo, es importante evitar el ejercicio intenso en las horas previas a acostarse, ya que puede tener un efecto estimulante.

La dieta también influye en la calidad del sueño. Evitar comidas pesadas o picantes antes de acostarse y limitar el consumo de cafeína y bebidas energéticas en la tarde y noche puede mejorar el descanso. Además, fomentar la ingesta de alimentos ricos en triptófano, como los lácteos, puede ser beneficioso. [4]

La educación sobre la importancia del sueño debe comenzar desde la infancia y continuar durante la adolescencia. Involucrar a las familias, educadores y profesionales de la salud en la promoción de hábitos de sueño saludables es esencial para prevenir trastornos del sueño y sus consecuencias asociadas. Programas educativos y campañas de concienciación pueden desempeñar un papel clave en este proceso[5]

En resumen, fomentar una buena higiene del sueño en los adolescentes es una inversión en su salud y bienestar futuros. A través de rutinas consistentes, ambientes adecuados para dormir, limitación del uso de dispositivos electrónicos, actividad física regular y una dieta equilibrada, podemos ayudar a los jóvenes a desarrollar hábitos de sueño saludables que perduren toda la vida.




Fuente de la fotografía aquí

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